El olor a humedad me despierta, no es de extrañar, no ha dejado de llover y la casa se empieza a vencer a los días sin sol, tengo que aprovechar lo deprimente del ambiente para trabajar sobre esa fuerza de voluntad, solo espero que no busque al innombrable porque entonces pierdo mi oportunidad, no hay forma que yo pueda enfrentarme a algo tan grande. Anoche por fin conseguí algo, me aproveche del cansancio acumulado, de ese sueño intermitente que desespera a cualquiera, me intriga observar como es que reniega absolutamente de todo lo que hay en su entorno, incluso de las personas que viven con él, he querido utilizar eso, desgastar su fuerza haciéndole ver que sin ellos estaría mejor, deje de intentarlo después de ver cómo antepone la tranquilidad de esas personas a la paz propia, lo veo ir y venir a oscuras, descalzo, el frío del piso ni lo altera, muevo el aire helado a su alrededor quiero incomodar pero todo lo contrario, parece que el frío le hace olvidar mi voz en su cabeza
A veces soy muy obvio, le hablo de más justo cuando lo veo enfilarse otra cerveza, le encierro el corazón entre filos rasantes, no lo dejó respirar con libertad, le traigo esa imagen falsa de su papá, acaricio las palmas de sus manos con mis uñas negras, me doy cuenta que hago estragos, se frota las manos con desesperación tratando de borrar mi tacto, le extiendo mis brazos él se acurruca en mi pecho, lo oprimo contra mi y destapa otra cerveza, ya no puede, se que no puede, su mente sola vaga en sus adentros, quiere huir, quiere abandonar, me pongo feliz y mi sonrisa me delata, me vuelvo a equivocar, me gana la impaciencia, suelta su lata de cerveza a medio beber y mirándome a los ojos me grita qué me aleje, tira el resto en la tarja, ya no lo muevo, dejo que se vaya a dormir, no vaya a ser que invoque al innombrable, para entonces perderlo definitivamente, me resigno, en fin será la próxima, por que, por supuesto que me ha de pertenecer
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